El vino no solo forma parte de la vida cotidiana, también cobra un protagonismo destacado cuando literatos insignes, desde el oscuro Poe al exitoso Noah Gordon, se fijan en él para escribir novelas vínicas.

Un enólogo cincuentón metido a investigador de los asesinatos cometidos en un suntuoso viñedo; dos neoyorquinos soñadores empeñados en elaborar uno de los mejores tintos del mundo, con la idílica Toscana como telón de fondo. Un grupo de bodegueros franceses que se compromete en poner el fruto de su trabajo a salvo de las bombas durante la Segunda Guerra Mundial. Y una profesora de cocina sin otro objetivo que atiborrar a sus alumnos de recetas monstruosas, abundantemente regadas con el elixir de Baco.

Todos estos protagonistas conforman el mosaico argumental de algunas de las novelas versadas alrededor del mundo del vino, cuyo lanzamiento demuestra el buen momento de forma por el que pasa actualmente este género. En los últimos años el sector editorial se ha visto conmocionado por la publicación de una extensa obra narrativa ambientada en el misticismo silencioso de las cavas o en los avatares de las sagas familiares que se dedican al cultivo de la uva y a su posterior transformación. Hasta tal punto llega la situación que no faltan quienes califican a este género literario como de “enonovela” por la abundancia de referencias que contiene sobre el morapio y su entorno.

No se trata de abundar en los aspectos didácticos de la cata ni de buscar manuales para el uso y disfrute del neófito en la materia, sino simplemente de encontrar una prosa entretenida que desarrolle las posibilidades de uno de los productos imprescindibles en las mesas de todo el mundo. En este sentido, las librerías están llenas de ejemplos significativos: desde las intrigas políticas y los lances amorosos narrados en La Bodega, el best seller de Noah Gordon cuya acción transcurre en el Priorato, hasta la palpable emoción contenida en El hijo de la vid, original de Carlos Clavijo; el controvertido La Guerra del vino, de los autores Don & Petie Kladstrup, o la trilogía La sangre de la viña, escrita al alimón por Jean Pierre Alaux y Noël Balen. Sin olvidarnos del taimado sibaritismo asiático reflejado por el premio nobel Mo Yan en La república del vino, la amabilidad de Un viñedo en la Toscana de Ferenc Maté o el clasicismo inherente a los relatos El tonel de amontillado de Edgar Allan Poe y El vino del estío, de Ray Bradbury.

Son diferentes opciones con las que conseguiremos ampliar conocimientos sobre dicha temática de manera distendida, mientras hacemos nuestra aquella célebre frase en la cual Benjamín Franklin aseguraba que carecer de libros propios resulta el colmo de las miserias